En la vida de todo ser humano se establecen diferentes relaciones: de amistad, familiares, sexuales… sin embargo, la relación entre hermanos/as es una de las más importantes, la que se suele dar primero y la que puede condicionar enormemente las relaciones futuras del pequeño/a. Por ello, como progenitores, podemos ayudar a crear un vínculo positivo entre ellos/as desde el primer momento.
Durante el embarazo, es vital preparar, junto al hijo o hija mayor, la llegada del bebé, para que empiecen a crear recuerdos conjuntos y que comprenda la nueva situación que va a experimentar en el hogar. Es importante explicárselo de manera natural, acompañando con cariño, respeto y amor, atendiendo todas sus dudas y tratando de darles una explicación acorde a su edad. Además, no debemos ponerle inmediatamente esa etiqueta de “hermano/a mayor”, puesto que todavía es un niño o una niña que debe madurar y aprender a su ritmo, sin “arrebatarle o quitarle” la niñez que le corresponde.
Una vez nazca el bebé, puede ocurrir que el o la mayor experimente ciertos recesos; que aprendizajes que ya había adquirido puedan no contemplarse o aparezcan comportamientos que no había experimentado antes: pesadillas en la noche, mayor frustración e irascibilidad, cambios en los hábitos alimenticios… Esto puede ser debido a este cambio que se acaba de producir y hemos de comprender que precisará su tiempo para adaptarse a esta nueva vida. Nosotros, como progenitores, debemos seguir brindándole amor, respeto y un acompañamiento emocional que le ayude a entender y gestionar todas esas emociones que vaya sintiendo.
A lo largo de su crecimiento, los celos pueden aparecer, es algo habitual en las relaciones, fruto del miedo a perder el cariño del padre o de la madre, a no tener lo que se les daba antes, etc. Debemos validar esta emoción, escucharles y comprenderles, atendiendo sus necesidades y dándoles una respuesta. Bajo ningún concepto hemos de enfadarnos, castigar o gritar, ni mucho menos tratar de que la repriman, puesto que se acentuará más en el tiempo y aparecerán otros malestares que habrá que trabajar e influirán de manera negativa en su vida diaria.
Muchas veces se desconocen cuáles son esas necesidades o inquietudes de la infancia, por lo que no les brindamos las herramientas y estrategias adecuadas para que crezcan emocionalmente sanos. Por ello, es vital escuchar constantemente, pero sobre todo cuando están sufriendo, porque nos dirán exactamente qué es lo que necesitan para aprender y mejorar.
Al igual que los celos, también las peleas, discusiones y malentendidos van a estar presentes en cualquier momento y relación, lo cual no significa que vaya mal, sino que cada persona tiene su identidad, su personalidad, sus valores y creencias, defendiéndolas y debiendo llegar a entendimientos y acuerdos, lo que fortalecerá los vínculos afectivos y familiares.
También es cierto que nuestro papel como adultos es fundamental, puesto que muchos de los desencuentros dependen, en gran medida, de cómo la familia acompaña el crecimiento y la relación filial. Las comparaciones entre los hijos/as (aunque se produzcan sin tomar consciencia plena), las “etiquetas” y críticas continuas, el posicionamiento a favor de uno u otro, el dar lo mismo a ambos niños/as… son prácticas muy extendidas entre las familias y que terminan repercutiendo seriamente en la relación entre hermanos/as, produciéndose un distanciamiento y también incidiendo en los futuros vínculos afectivos.
Cada peque es único, con sus experiencias vividas y con su propia identidad creada y fortalecida. Por ello, es necesario dar exactamente lo que necesitan en cada etapa de su vida, cubriendo sus necesidades vitales y emocionales y asegurándoles un desarrollo íntegro. Hemos de ser capaces de educar a través del respeto, del amor y el cariño, empatizando con lo que sienten y expresan y acompañándolos en todo momento, asegurando la canalización de estas emociones y su expresión adecuada, lo que les fortalecerá y ayudará en su crecimiento, así como en la comunicación y resolución de conflictos. También debemos educar en la cooperación como valor fundamental, puesto que lo contrario es la competitividad y la diferencia, buscando continuamente quién vence y quién no.
Cada etapa evolutiva precisa unas necesidades que pueden convertirse en pequeños retos. Por ello, si necesitas asesoramiento no dudes en contactarnos. Desde Equipo Nerea López estamos a vuestro lado para tratar cualquier caso, buscando la mejor manera de conseguir que el niño/a se sienta bien y tenga un desarrollo social y emocional óptimo.